Por los senderos de la sociologia oscura III

el rap de Li´l Tomhy

La música tiene una misión en la vida de los músicos que es armonizar la vida y sociedad. Entre la diferenciación de una y otra encontramos la estética. El conocimiento en torno de lo bello tiene que estar contrito por el lenguaje en sus múltiples facetas. El lenguaje, joven adquisición de la razón humana evolucionada, finca en sus horizontes el ser social, esto es, aquello que somos, hemos sido y queremos ser. La música es un lenguaje que tiende a la armonía; justa proporción de partes; estructura viva; edificio donde habita el ser cuando es artesanal aun de modo incipiente. Los ontólogos desde Heidegger han deliberado en torno al hábitat de ese ser, quizás por ello las filosofías difieren con respecto a una parcial como tiene que ser. La totalidad de ese hábitat se logra con tiempo y es precisamente el tiempo la sustancia que nutre la armonía mediante la música y los músicos: proceres de un saber. El buen musico es como un arquitecto, sabedor de su destino tiene en si los recursos y posibilidades de modificarlo, mas por algunas razones constituyentes de un conocimiento científico prefieren simplemente habitar. Quizás jamás logre saber por qué; tal vez sea esa una de las causas por las cuales nos hacemos sociólogos y un poco historiadores, para comprender acerca del tiempo y sus productos. En tal sentido del discurrir, el maestro griego sostiene que elegimos la música porque queremos ser virtuosos. La virtud puede ser inteligente mas no se reduce (simplifica) a ella porque la inteligencia es un cultivo; fomento del si mismo si se quiere, entre otros. Para politizar lo inteligente, nos dice en su libro magno, es necesario ampliar la perspectiva de lo que somos con respecto a la sociedad. En tal intersección, necesariamente geométrica, surge lo social como una especie de interface con el si mismo, a lo cual los sociólogos americanos nombran self.  Constructo sociológico por antonomasia, la música “indexicada” es un medio para lograr un fin que es politizar esa armonía. No es por razones de reducción económica o por hacer al hombre más maleable sino porque sin ese nivel intelectivo de la filosofía y su política es casi imposible que la teoría sea en tal sociedad. No hay música sin teoría es la gran lección griega a saber según el estagirita. Lo deducimos por su conocimiento de la doctrina pitagórica. Una vez evaluado ese saber, Aristo da cuenta de lo factible y posible en el mundo musical como es la arquitectura tutti quanti sea la del ser o la del mármol. La sociedad comprendida como masa informe era ya una preocupación entre los primeros europeos quienes se distinguieron en el momento en que una infusión de frutos con hojas los acompaño en su dieta, aun sin saberlo, desde el Procónsul hasta el moderno cibernético y fue con esos detalles como comenzaron a diferenciarse en clans, hordas y tribus como la que aquí nos compete. A la par que sus avances civilizatorios las prisas comenzaron a ser un gran problema con lo cual el ser humano descubrió que no todos tenían la misma habilidad y capacidad para comprender lo musical. Fue en ese momento, sostengo, que el hombre comenzó a descubrir el verdadero lenguaje civilizatorio pues no siempre una distancia es definitiva para entender la parcialidad de una teoría. Desde entonces la música permite distinguirnos entre seres humanos herbívoros o carnívoros incipientes pues es ese arte el que nos permite valorar un objeto manufacturado entre otros de fácil adquisición al comprender sus posibilidades constructivas según este principio de la arquitectura abierta creo, no tan distante de las enseñanzas de un par de griegos andarines. Conocer y diferenciar los sonidos es característica del buen musico. Tener una hija con ese musico es propio del no menos buen actor entre otros etcéteras por conocer en la liturgia grecolatina que como sociólogos de las religiones nos compete. Tal vez por ello música y religión maridan tan bien como un ladrón de conejuna. Preguntarnos parcialmente con la sociología francesa, si un hecho musical puede ser considerado -y por qué- como religioso por un observador que ve lo cotidiano es hacer sociología en el terreno. Responder a tal pregunta es superarse como analista social y evitar caer en el sortilegio del ritmo riesgoso mexicano. El problema a resolver es más fácil de lo que parece según lo planteo, consiste en saber si un país con una vertiginosa evolución musical podrá adquirir algún día el nivel intelectivo de un país europeo en materia musical tanto como religiosa comprendidos ambos constructos como una unidad de estudio. La música no habita en los sistemas informáticos; quizás los músicos mexicanos si lo hagan lo cual es de mi desconcierto e incomprensión intelectual, lo admito. Según esta experiencia, hacer sociología en un pretendido Serengueti no es ningún juego.

Maffesoli (1990) ha descubierto algo por hacer. Tornar lo social a musical es un tema casi religioso, leemos entre líneas pues la jerarquía entre algunos músicos no difiere mucho de aquella testificada por los primeros pobladores del sonido. De tal modo, comprendemos que es complicado hacer música. Los “rapers”, “hip hopers” y cumbieros escriben letras a partir de lo vivido más que lo simplemente leído como si fuese un grito al cielo con el cual reclamaran un lugar en una jungla de asfalto, solo para grabar un par de iniciales en un frio y mullido cemento y luego desaparecer para siempre del escenario musical. Contrario al gesto alarife, el sociólogo capta la intención antes de tiempo y registra no sin antes convertir en dato la información bruta o viceversa con lo cual se cumple la consiga aristotélica en algún modo. A veces el informante sabe más acerca de música que quien registra y entonces hay que cambiar de estrategia. Por ejemplo, el modo italiano es difícil de instrumentar porque se dispone de cinco artes solo para lograr una sonrisa de “arqueolips[1]” en una bella estatua de quien desde hace años nadie ha accedido ni en modo oficioso ni normal quizás por la incomprensión de una tierna canción de cuna. El hombre sociológico tiene que estar listo (preparado) para conocer la vida como es, no siempre como quisiera que sea por mejores que sean sus intenciones con respecto al clan de los raperos quienes sabemos, evolucionan a razón de gustar y/o ser convincentes según preferencias del momento sean programados en radio o no lo sean. La sociología de las religiones es un poco un ajuste de cuentas con las reinas sin corona de lo cotidiano, esas amas de casa domesticadas por el modelo de ofertas en voga, señoras ordinarias habituadas a las fotonovelas de Corín Tellado, las mujeres de todos los días que alguna vez quisieron ser bailarinas, coreógrafas o violinistas y el destino divino las eligió para otra cosa. ¿Sera más simple para mí, supuesto oficial de la ciencia social, trabajar con esta entelequia proveniente de mi razón sociológica en lugar de escribir sistema, sociedad o bien, estructura socioeconómica? Atribuir un fenómeno hiper material a una entelequia proveniente como idea de la subjetividad popular no siempre acusa orden de falacia científica o trastorno psicológico. Las letras de “li´l Tomhy” cada vez se hacen mas densas como su incomprensión del lenguaje entre la “pichonada” en su barrio pues al subir de nivel pocos comprenden su teoría. La lucha por conquistar la subjetividad temática es casi siempre complicada donde hay mucho que servir y poco que agradecer, de hecho, uno no se explica como un movimiento musical en apariencia tan masculino pueda sobrevivir por más de diez años en un supuesto mundo hecho para mujeres y “pichonas” que es el sujeto sociohistórico que me compete. La “pichonada” al estribar sus logros y esfuerzos a un ámbito más allá que el cultural y subjetivo delimita su radio actitudinal y de acción; exclusivo, oligárquico según Fábregas por necesidad y convicción más que por “pose”. El lado triste del trabajo de campo es cuando un investigador tiene que callar lo “evidente” pues la hija de Leonor podría haber sido arquitecta en lugar de una simple vendedora de textiles. Esa religión es peligrosa porque al poner en entredicho en boca de lo popular el destino divino y positivista ofrece una alternativa vital a una simple espectadora de su tiempo de muerte. Y con ello lo idolátrico herético (órfico) se torna posible. Hay tantos adeptos a “la pichonada” en Guadalajara que no sabemos ahora, por lo menos yo lo reconozco- quien es la verdadera mamá de las pichonas del rap tapatío por decirlo en algún modo. Las capas de afiliación consciente se revelan en la frecuencia al campo, es decir, su acceso y la clarividencia requerida para comprender, es decir, aprender a ver lo que se tiene que ver. Otro tanto sucede con el hip hop, los ritmos afroantillanos y el slow motion tapatío en general. De los clásicos instrumentales de antaño tipo Los Panchos hay pocas noticias a excepción de un cambio encordado. Lo complicado de lo sociológico es que aquello disperso “la pichonada” adquiera consistencia de una unidad sociológica intelectiva o comprensibles según se vea, y en algún momento de su efímero (…) transcurrir en esta vida tenga lo suficiente para captar la sensación e interés de la cada vez más difícil atención histórica y volverse digna de memoria social. Captar en un nivel “optimo” esos recursos en una misma tonada es mi propósito y tiempo a modo de ensamble de acuerdo con las palabras de Robert Braidwood (1990); ello es mi propósito mas no puedo decir si una simple corrección ortográfica por razones de fonética pueda hacer la diferencia y contribuir entre los raperos tapatíos a mejorar su actitud, vestimenta o letras. Quizás cuando menos sea posible asistir a uno de sus duelos por la mala música que a diario los incomprende e “identificarse” en algún modo con algunos de los victoriosos de lo cotidiano en camino hacia lo memorable como sucede con los seguidores de Peso Pluma.

El problema con la realidad mexicana es a mi parecer que el PRI nunca ha tenido música oficial; no creo encontrar quien la escriba a menos de volver a Bocanegra. En materia de profundidades, si consideramos a los mexicanos como cultos tiene que ser por su música; de lo contrario estamos reprobados en matemáticas y tendremos que cambiar de código científico por lo menos en un cincuenta por ciento. Apelo al esteticismo de Croce para quien entre la intuición y objetividad del fenómeno se encuentra el lenguaje filosófico histórico entre otros. Michelis, profesor de música ofrece un horizonte un tanto impresionista en sus elucubraciones musicales ya que el músico impresionista como el rapero tapatío tiene que impresionar para gustar y luego, ¡Convencer! Ojalá el tiempo en deliberar quién le pone el cascabel al gato no obstaculice los avances en las obras alusivas, lo imagino mientras Abdul intercepta un obstáculo con la mirada antes de virar para un lado. Roger sugiere cambiar las rutas y después de revisar las letras de un conocido rapero local de apellido García hace unas variantes. El lugar es alejado, sórdido, se ilumina con unas velas. Los chicos han dormido sobre unos cartones y cada quien cuenta con su arsenal.  Saco la cámara 110 a escondidas para evitar un desmán mayúsculo en lo sucesivo y no se inmutan por ello.  Reconstruir lo subterráneo es una cosa; revivirlo, otra. José Agustín capta las intelecciones y cifra en modo epigráfico. Pensar sobre la propia muerte es un camino para ser sabio mas no el único ni el mejor: para lo otro tenemos las películas de El Santo. Comprendo que un movimiento en falso y todo acabó. El rap es preciso en proporción a la belleza y a lo bien entendido que sea quien se sienta alusivo por nada para nadie. Los narratólogos modernos de acuerdo con el doctor Vebia han intentado elucidar, algunos sin éxito, que hace al teatro mexicano tan expresivo como decir según este modo de ver cuál es la x, y, z (qué) la cual permite hacer a la pichonada tapatía lo que es mediante el rap. ¿Drogas? ¿Sexo? ¿Poder? No puedo aseverar que esas sean sus practicas de vuelo ni tampoco el caldo de cultivo donde suelen abrevar.  

Por su parte “mirada amenazante” delimita el espacio simbólico acostumbrado y la “crew” se somete fiel y rauda como constructores del delta. A veces como sucede con los filmes de Tin Tan, el héroe o el jefe es elegido por algo más o menos que la inteligencia pues puede ser el eslabón que completa la secuencia o el perno que hacer perfectible el mecanismo según se vea. Casi siempre ese algo es capacidad de negociación a decir de un texto sugerido por Rossana Reguillo (1990); yo le creo al lector. Por su parte “donde entra uno jamás dos” dice Romanito mientras revisa a unos tipos que ingresan a un torneo “de a capella”. En Guadalajara hay más rapados en colonias como lomas del lodazal que en la menos jalisciense de las colonias y la fervientemente alumbrada de todas. Destacar en ese mundo de metáforas adinteladas hechas miel de buñuelo es rudo. Por tal razón el éxito de la sociología política es pasajero como un domingo sin filme romántico. En cambio, la sociología comprensiva revela un saber oficioso de interés nimio, aunque necesario para colocar la palabra correcta en el lugar esperado. Pieza de orfebrería, la fuente sociológica bien trabajada ha alcanzado en esta experiencia un nivel de relojería oriental usada. Hay quien dice según Jeremías Fresno, el reloj perteneció a “alguien” que en tercera persona más cinco conoció a “Don papota” el cumbiero de la puntilla aquella rodada. Sin tanta mediación por el destape, cambie de estrategia y aguardé a la anhelada “Chalyta” elegante en su habla y de buen cuerpo presto al trabajo documental como tapatía colegiada previo al cierre semestral. ¿Cuál era mi probabilidad de encontrarla en sendo lugar populoso? Me reservo el dato. Las sociedades latinoamericanas pierden fácil lo que fácil les viene de dentro y fuera. Quizás por ello algunos informantes cada vez se vuelven -en mi modo de ver- menos interesantes al entrevistador sociológico que un recuento de sus posesiones materiales como en su momento haría Oscar Lewis. A veces no hay tiempo para pensar a la americana y es mejor reconvenir “como Dios manda” sobre todo en los países donde las ciencias sociales tienen que pasar “forzosamente” por la criba de una decisión femenina. La ciencia mexicana aun tiene muchos cortes y segmentos dispersos en sus haberes según mi experiencia como lector que no permiten convertir un trabajo de campo en una agradable novela de vaqueros e indios. A veces para mi es un milagro que un sociólogo escriba mas de cinco cuartillas limpias de referencias a lo político o “científico”.

Me ha sorprendido lograrlo aun con el involuntario deseo ajeno y mas distante de la ciencia oficial mexicana cuya presencia distingue más es insuficiente para plantear el problema y resolverlo en términos meramente científicos. Habrá de irse más allá de lo aparente a decir del maestro Shӧndubbe y elegir una porción de materialidad afín con nuestros propósitos religiosos lo cual no es otro fin que remodelar una pequeña casa para que el ser descanse más que simplemente habitar. Encontré en la arqueología musical un terreno de aficiones subterráneas, preferencias adormiladas y expectativas reales fundadas en lo real según mi apreciación de los fenómenos mexicanos. Hay que descubrir en ella dentro y fuera de los espacios educativos como posibilidades tenemos de hacerse hombre mediante la anterior formula guitarra + chica=canción ahora reedificada en el concepto indexicalidad. El diseño desde entonces se ha convertido en un invaluable aliado(a) para lograr estos humildes propósitos basados en armonizar la sociedad en la que vivo para mejorar el nivel de vida entre sus habitantes.

A veces, la anécdota chusca no se hacia esperar como aquella donde el niño valijón esperaba la voz de la abuela paterna para invitarle a comer copiosamente unas codornices en salsa verde que gano en una olimpiada de matemáticas.  



[1] Comic mexicano de manufactura subterránea; casi artesanal con temática aventurera sobre lo antiguo.


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