¿Ejecutivo de la lectura?
Transitar de un lugar a otro dentro de la ciudad no se ha convertido en un objeto de estudio mediado por los mil y un pretéritos que nos convocan a desafiar la propia mirada. En un mundo lleno de vigilancia hacen falta objetos calificados por vigilar. Es perogrullada en una ciudad como Guadalajara salir a la calle con una sombrilla aun cuando no haya alguna amenaza de lluvia. Los tapatíos pronto comenzaremos a desnaturalizar esa conducta con respecto a nuestra escala de valores en boga. La lluvia persistira aunque cada vez menos los paseantes por la urbe.
Durante algunas semana he intentado explorar las posibilidades de los relatos cortos en materia urbana. Armonizar es una prioridad para el interesado en temas citadinos; correctamente hablando, metropolitanos. A veces imagino que hay mas que oir en la radio y menos que leer o viceversa. Esa ecuacion simple me causa un poco de problemas comprendida en su amplitud y proyeccion urbanistica con miras a mejorar rendimiento lector.
A quienes nos gusta leer poco no debemos temer por ello. todo el tiempo hay un buen pretexto para leer y escribir. En el mundo de los noventa el narcotráfico estaba a la orden del día en una ciudad como Guadalajara y qué decir de la Frontera Norte mexicana. La palabra “ejecutar” sonaba a homicidio violento; crimen perpetrado por el hampa. Distante se veía esa representación del ejecutivo literario, lector empedernido de Don Quijote y su literatura nacional por decirlo unívocamente además de otros contenidos educativos cuando solía ser el caso. Prácticamente esa representación no existía en la mente de un estudiante de historia durante el ciclo escolar 1995-1996. Ahora los tiempos han cambiado y con ello esta predileccion por leer la literatura clasica. Revertir malas experiencias y anecdotas en un tiempo calificado es complicado. A veces creo, el merito es no desistir.
La información necesaria para circular día a día se convierte en una facilidad, no una necesidad, para el ciudadano común. Pienso que algún día tendré tiempo en pensar acerca del ruido que provoca un maestro de música en un aula contigua donde trabaja un maestro de música. Hasta este momento no dispongo de un legajo estadístico para aseverar científicamente hablando que el ruido incide negativamente en el aprendizaje significativo acerca de la construcción oficiosa de las murallas características de una ciudad, lo cual quiere decir en pocas palabras proceder científicamente. Imagino que la conciliación entre ambas vertientes proviene de la lingüística en donde una persona más o menos curiosa y sin demasiada disposición sugiere que los tres alfabetos empleados por los japoneses asemejan a esos tres niveles constructivos que caracterizan dicha construcción. Con fortuna se lograría establecer un razonable acuerdo.
A veces es complicado que la lectura revestida con el adjetivo “social” posea un espacio independiente de otras actividades necesarias para subsistir o bien, hacer del tiempo un factor constructivo por lo cual no sería nada ocioso reorganizar la propia economía y con ello hacerse de un espacio licito para leer y no permanecer impávido ante la lectura del ejecutivo momentáneo. Nos acostumbramos poco a decir las cosas por su nombre por ausencia de visión calificada. En ella comprendemos que en pleno año 2025 sería más fácil democratizar contenidos digitales entre los lectores porque acceder a un denso volumen es complicado y a veces inaccesible por desabasto de fuentes. En otras ocasiones, leer implica cualidades para convertirse en gimnasta a semejanza de las técnicas que emplean los no menos hábiles manofactores de libros.
En mi lectura reciente del
texto Ciudadanos reemplazados por algoritmos escrito por Néstor García
encuentro una razón para aportar conocimiento en la materia. Los algoritmos son
una categoría matemática reconvertida en social por razones de imaginación
sociológica a decir de Wright Mills. Cuando las cifras se agrupan en tablas
originan categorías funcionales a un sistema que parcialmente depende de su
yuxtaposición. Las tablas asemejan a las entradas y salidas en un sistema
compilatorio basado en fuentes de datos y sus respectivos colectivos.
Sucesivamente es posible alternarlos para producir existencias ante la casi
obligada pregunta ¿Cuál es la prioridad para cada quién y en qué tiempo? En
pocas palabras, activar el modelo just in time porque las excusas no
hacen amigos políticos por mucho tiempo. En referencia a ello deduzco la
siguiente pregunta ¿Es necesario el ejecutivo de la lectura para ayudarnos a
cambiar nuestra representación en torno a un oficio? Quizás el lector que me
supera tenga una mejor respuesta; por lo menos más innovadora.
Cuando alguien se interesa por temas relativos al desempleo, el ocio y las actividades que hacen los artistas para permanecer en el mundo del diseño o la pintura quizás esos algoritmos ofrezcan unas semanas más de resistencia a una carrera en agonía o bien, un irremediable porvenir dentro de un restaurante que ofrece comida rápida o bien como cajero en tiendas de autoservicio. En el capitalismo electrónico, a decir del autor, será un problema desestructurar prácticas para arraigarlas en contextos simbólicos y translocales ante las nuevas ciudadanías que se avecinan. La economía resultante, por lo menos hipotéticamente, tendría que favorecer a la lectura universal como la que propone la academia de historia federal basada en el programa oficial vigente fundamentada en su estrategia de las 25 fuentes. Es predecible que títulos como “El nombre de la Rosa” aún tendrán que aguardar en televisión. Aun así, comprender la diferencia empírica entre un pan fleiman con respecto a otro salado no se ve muy alejada para nuestros futuros entusiastas como Don Camilo. Ojala que estas ideas sirvan para mejorar nuestros entornos urbanos en materia de lectura y ocio.
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